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Juan Martin Vives

Martin Luther King: tres lecciones sobre política, religión y libertad de conciencia



El Dr. Martin Luther King Jr. fue muchas cosas para mucha gente. Fue un ardoroso e incasable luchador por la igualdad racial y la justicia social. Fue uno de los más determinantes impulsores del movimiento de derecho civiles. Recibió una veintena de doctorados honoris causa, fue persona del año de la revista Time y fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Pero antes, y tal vez por sobre todas esas cosas, fue un cristiano. Un cristiano cabal, que vio la injusticia y el dolor que lo rodeaba, y alzó su voz -con valentía, pero sin violencia- en defensa de su prójimo.

A 50 años de su asesinato, ¿qué lecciones podemos aprender de este pastor bautista cuya participación en la vida pública cambió la historia de su país y del mundo? Veamos apenas tres principios:

1. Política no es lo mismo que política partidaria La política es (o debería ser) el arte del buen gobierno, de organizar el poder civil de manera de promover la mayor cantidad de bien a la mayor cantidad posible de personas en la sociedad. Lamentablemente, en no pocos casos la política se ha convertido en un sistema de acenso social o de perpetuación a nivel personal. Muchos políticos profesionales parecen estar preocupados únicamente en la obtención y el mantenimiento de los cargos públicos y sus consiguientes beneficios. Ya no hablemos de los casos de corrupción y delincuencia.

Por supuesto, eso no significa que los cristianos deban abstenerse de participar -a título personal- en política partidaria. Pero el ejemplo del Dr. King demuestra que también fuera de la política partidaria hay un enorme espacio para que las personas de fe influyan en la sociedad en defensa de causas nobles, como de hecho ha ocurrido con la abolición de la esclavitud o el reconocimiento de la libertad religiosa.

2. Participación personal vs. participación corporativa Dios ha puesto en cada individuo la capacidad de distinguir el bien del mal, y por lo tanto corresponde a cada uno (y no a la iglesia como un cuerpo) definir, en concordancia con la palabra de Dios y con la guía del Espíritu Santo, qué posición tomar en asuntos políticos. Aun cuando los individuos decidan involucrarse en política partidaria, las iglesias y comunidades religiosas harían bien en mantenerse al margen, como cuerpo, de ese tipo de contiendas.

Tal vez por eso el Dr. King, a pesar de su enorme influencia y de sus simpatías personales, siempre evitó apoyar oficialmente desde el púlpito a ningún candidato político. Si las iglesias aspiran a ser voces que defiendan en la sociedad lo que consideran justo y puro, lo mejor es que se mantengan ajenas a compromisos políticos partidarios que limiten su independencia. Eso no implica, por supuesto, que deban guardar silencio sobre los problemas morales, políticos o de cualquier otro tipo que afecten a la sociedad. Por el contrario, la voz de las iglesias es hoy probablemente más necesaria que nunca.

3. La imprescindible separación de Iglesia y Estado Para que una iglesia pueda cumplir su misión en la sociedad necesita ser libre. Y esa libertad solo es posible si los poderes políticos y religiosos son independientes. El Dr. King lo resumió así: “[l]a iglesia debe recordar que no es el amo ni el sirviente del Estado, sino la conciencia del Estado. Debe ser la guía y la crítica del Estado, y nunca su herramienta.”[1]

Esta separación implica que el gobierno no puede imponer a las iglesias lo que han de creer o enseñar, ni puede acallar la voz de los que defiendan causas conforme a sus conciencias religiosas. Pero también significa que las comunidades y personas de fe han de ser cuidadosas de no buscar imponer sus valores y convicciones religiosas sobre el conjunto de la sociedad a través del Estado. No debemos aspirar a que el brazo estatal fuerce lo que no hemos conseguido por medio de la persuasión y el convencimiento.

***

Estas fueron algunas de las líneas seguidas por el Martin Luther King Jr. durante sus años de actividad pública. De manera notable, coinciden con los principios sobre relaciones Iglesia-Estado defendidos tradicionalmente por los adventistas[2]. Esta es la manera de garantizar que la iglesia siga siendo relevante y fiel a su misión en el mundo de hoy, al tiempo que los cristianos siguen siendo piezas fundamentales en la construcción de sus comunidades y en la defensa de los valores sociales (como la libertad, la justicia, la paz). Todo esto, por supuesto, sin renunciar al respeto de la libertad religiosa y de conciencia de todas las personas.

 

[1] Martin Luther King Jr., “A Knock at Midnight”, en A Knock at Midnight: Inspiration from the Great Sermons of Reverend Martin Luther King Jr. (New York: Grand Central Publishing, 2000), 72. La traducción pertenece al autor de esta nota.

[2] Ver, por ejemplo, “Relaciones entre Iglesia y Estado”, disponible online en https://www.adventistas.org/es/institucional/organizacion/declaraciones-y-documentos-oficiales/los-adventistas-y-la-politica (consultado el 16/04/2018).

[Publicado originalmente en el portal de noticias de la División Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, https://noticias.adventistas.org]

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