Los testigos de Jehová prohibidos en Rusia
El caso de la prohibición de los Testigos de Jehová en Rusia, reportado esta semana por el Observatorio de Libertad Religiosa de CEDyR, reabrió el debate. ¿Bajo qué condiciones es legítimo que el Estado prohíba una religión? O, yendo todavía más allá, ¿por qué las iglesias necesitarían autorización estatal para funcionar?
Los informes que llegan desde Rusia indican que el Ministerio de Justicia indicó la suspensión de las actividades de la entidad legal que representa a los Testigos de Jehová en aquel país, y realizó el pedido a la Corte Suprema para que dictamine la prohibición definitiva. Si esto se concretase, los 175.000 testigos de Jehová residentes en Rusia podrían enfrentar cargos penales de hasta diez años de prisión por practicar su fe.
El años pasado alertábamos desde este mismo espacio sobre la deriva persecutoria del gobierno ruso contra las minorías religiosas. Los resultados concretos comienzan a hacerse evidentes.

Reminiscencias del caso argentino
Lo que está ocurriendo en Rusia trae a la mente la prohibición a la que fueron sometidos los testigos de Jehová en Argentina durante la última dictadura militar. En 1976 el gobierno de facto dictó el dec. 1867/76 a través del cual prohibía el ejercicio público de la religión Testigos de Jehová en Argentina. El gobierno alegó que esta religión estaba basada en “principios contrarios a la nacionalidad argentina y las instituciones básicas del Estado”.
A partir de este decreto comenzaron las persecuciones contra los practicantes de esta religión, incluyendo la expulsión de más de trescientos niños de distintas escuelas por haberse negado a reverenciar los emblemas patrios y a entonar el himno nacional. Invariablemente desoídos por los distintos tribunales argentinos, los representantes de la Iglesia de los Testigos de Jehová llevaron la cuestión ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El caso se denominó “Testigos c/ Argentina”, y en el mismo la Comisión dictó la Res. 02/79 por la que condenó la acción del gobierno argentino considerándolo responsable de violaciones a los derechos humanos por su conducta frente a los testigos. Puede leer más al respecto en este artículo publicado en nuestra revista Derecho, Estado y Religión.
Antirrerorismo: ¿la nueva cara del movimiento antisectas?
Algunos de los argumentos del gobierno de facto argentino parecen reproducirse en la decisión rusa, con el agravante de tratarse en este caso de un gobierno constitucionalmente establecido. Según la opinión de algunos expertos rusos, "no hay duda de que los Testigos de Jehová son una secta de carácter totalitario" que difaman a la iglesia tradicional del país.
Ambas ideas, la de las “sectas peligrosas” y la de la contradicción entre algunas creencias religiosas y el “ser nacional” han sido una y otra vez esgrimidas por quienes identifican religión con nacionalidad y pretenden limitar o prohibir las creencias diferentes.
Pero ahora se suma un nuevo elemento: la lucha antiterrorista. El terrorismo, que lamentablemente es real, da la excusa perfecta para recortar los derechos y libertades en ámbitos que no tienen relación con la violencia o el extremismo. Ya lo hemos comentado muchas veces respecto del Islam, pero ahora puede verse con más claridad todavía en este caso. Uno puede no estar de acuerdo en nada con los testigos de Jehová, pero de ahí a aplicarles normativa antiterrorista hay un trecho demasiado largo.
Rusia, bastión del conservadurismo cristiano
El presidente Putin ha cultivado un acercamiento a la Iglesia ortodoxa que consolida, junto al leitmotiv nacionalista, también otro de carácter conservador y tradicionalista que atrae consensos entre los conservadores de Occidente, como explica esta buena nota de El País. El liberalismo y relativismo de los países occidentales hace que muchos añoren el estilo ruso.
Sin embargo, todos los que se ven atraídos por este tipo de políticas, que parecen proteger “nuestra forma de ser” frente al avance de culturas y religiones extrañas, bien harían en tomar el ejemplo de lo que está ocurriendo para ver los frutos que acarrean. La prohibición del funcionamiento y la persecución contra los testigos de Jehová no es solo una afrenta para la libertad religiosa de ese grupo, sino contra la de todos. Como dice la Comisión de Helsinki en su comunicado de rechazo a esta medida, “la afiliación religiosa nunca debería ser justificación para la persecución”.
Esto no debería permitirse respecto de los testigos de Jehová ni respecto de nadie. Si no queremos ser los próximos en la lista, ahora es el momento de alzar la voz. Parafraseando el poema de Martin Niemöller (erróneamente atribuido a Bertold Bretch), “cuando vengan por nosotros, ya no quedará nadie para que diga nada”.